PROGRAMA SELVA COSMOPOLÍTICA

Por: María Belén Sáez de Ibarra, Directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia,
Sede Bogotá.

El Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia forma parte de un programa de la Dirección de Patrimonio Cultural desde el cual nos hemos propuesto trabajar de manera transversal a través del arte y la memoria, en intercambio con las comunidades que habitan los territorios de la selva amazónica, por medio de proyectos experimentales e investigaciones a largo plazo incluyendo equipos de trabajo abarcando las artes, las ciencias duras y la filosofía, en ensambles con indígenas, o pobladores originarios, y sus epistemologías que involucran la existencia de seres más que humanos. Desde un enfoque biocéntrico y cosmopolítico queremos reconocer la selva amazónica como un ente cognitivo, semiótico, histórico y político en el corazón de una ética para pensar y actuar afirmando la vida, que incluye otras formas de conocer, concebir e imaginar mundos posibles, en medio de la crisis humanitaria y ambiental del planeta.

El Programa Selva Cosmopolítica se inicia en 2012 con la exposición El Camino Corto de Miguel Ángel Rojas, continúa en 2014 con Selva Cosmopolítica, en 2016 con El Origen de la Noche, y en 2018 con Conjuro de Ríos.  

Un programa.

El apoyo institucional es crucial para que este mandato se haga realidad. Los museos de arte y las instituciones culturales son hoy lugares donde también se puede producir conocimiento gracias a sus alianzas con los artistas. Para ello necesitan establecer proyectos transdisciplinarios en equipo para realizar un trabajo colaborativo con el fin de presentar convincentemente lo que se le ha hecho a las tierras y a los pueblos indígenas, y determinar las formas en que las prácticas creativas pueden reinventar el mundo y producir una metamorfosis inversa a la catastrófica si así lo queremos.

La división moderna entre ciencias duras y tecnologías, y por otra parte las ciencias humanas, la filosofía, la historia, el derecho, la economía, y todas las disciplinas asociadas, han generado en buena medida la crisis que hoy vivimos. Es indispensable trabajar por integrar las disciplinas y generar esos equipos transdisciplinarios que nos enseñen a concebir el mundo como una red planetaria consciente de su realidad actual. Un mundo que además implica a todos los seres como fuerzas cognitivas. Sabios no cultivados, o cultivados ignorantes nunca conciliarían por aparte la nueva ética de la vida que requiere el momento histórico que atravesamos.

Por eso proponemos un programa curatorial que integre distintos saberes. Estamos obligados a inscribir las ciencias en su conjunto para una reflexión desde el arte. Una visión de un conocimiento ecosistémico como el de nuestros pobladores que viven bajo el cielo abierto.

El programa necesita además una visión de un alcance que vaya más allá de un trabajo inmediato, encontrar otras formas de relacionarse con el tiempo, es decir, pensar en el largo plazo, en el tiempo profundo. Para ello es necesario integrar los equipos en extensos procesos de investigación que formulen obras y reflexiones a través de los años. Es así que los artistas que trabajan con nosotros desarrollan proyectos que requieren tiempo, y cuya participación no se reduce a un solo proyecto, a una sola obra, sino que su trabajo se despliegue en procesos que vayan sumando a su aprendizaje y avanzando en complejidad. A medida que transcurran los procesos, podremos contar con cuerpos de obras que contribuyan a expresar la complejidad de estos temas. Los artistas entonces podrán entrar a hacer parte de un equipo de trabajo, no como invitados, sino accediendo a la generación de un organismo constituido por todas las personas y asociaciones que cada uno vaya involucrando al equipo.

Los líderes de proyectos curatoriales tampoco deberíamos esperar que los artistas hagan el trabajo solos. Nuestras instituciones deben enfocar estrategias de financiamiento a largo plazo para ejecutar este trabajo crucial: apoyar los desenlaces de la investigación y los estudios de campo requeridos, así como documentar y establecer archivos, suscribir comisiones de artistas, montar estos proyectos de sueños, pesadillas y memorias. Nada de esto tendrá un impacto duradero sin alianzas a largo plazo que garanticen el intercambio continuo de información, el asesoramiento y el aprendizaje con otras instituciones y actores involucrados en la política ecológica, las ciencias naturales, los estudios ambientales, los derechos humanos, los estudios culturales, la economía y el derecho, entre muchos otros factores. En otras palabras, una ecología de conocimientos que conforme, en su alcance, una defensa cosmopolítica al enraizamiento y a la sabiduría de las comunidades de seres vivos en peligro de extinción, asediados por el despojo y la violencia de la acumulación que hacen parte del status quo del uso del territorio en nuestras geografías y que han fomentado un desarrollo profundamente desigual.

Como curadores que trabajamos con artistas debemos prestar mayor atención para subvertir la explotación por parte de gobiernos y corporaciones, y expresar una ética del cuidado a través del lenguaje intuitivo, incluso onírico, de las prácticas artísticas que también hablan de las necesidades racionales de un planeta en peligro. Como dice el historiador del arte T. J. Demos en Descolonizar la naturaleza: Arte contemporáneo y políticas de la ecología:

“Estoy convencido de que el arte, dada su larga historia de experimentación, de invención imaginativa y de pensamiento radical, puede desempeñar un papel transformador fundamental. En su sentido más ambicioso y vasto, el arte contiene la promesa de hacer realidad precisamente este tipo de cambios creativos, filosóficos y perceptivos, aportando maneras inéditas de nosotros mismos y de nuestra relación con el mundo más allá de las tradiciones destructivas de la colonización de la naturaleza.”

Por supuesto, los resultados de este trabajo artístico y curatorial deben ser tan diversos como el propio equipo que los ha alcanzado. Dichos resultados no solamente se expresan en exposiciones experimentales, sino en un programa amplio y flexible que abarca comisiones, publicaciones, proyectos basados en la web, incluso aplicaciones, que emplean el juego como un medio para las reflexiones y acciones cosmopolíticas en las que se exploren los sistemas bióticos y las experiencias compartidas que conduzcan a una revisión de la óptica planetaria, hacia una globalidad radicalmente alterada. Tal diversidad de expresiones involucrará a una multiplicidad de espectadores que aborden estos temas desde diferentes perspectivas y con diferentes edades (tal vez personas que escasamente visitan museos e instituciones culturales) hacia la comprensión del problema y el objetivo superior de la participación activista en la búsqueda de sus soluciones. El arte en sí no es activismo, o al menos no es solamente activismo, pero puede acercarse, puede impulsarnos hacia adelante y esto, desde mi perspectiva curatorial, es un acto de agencia en la búsqueda de la vida misma y su preservación como resistencia y oposición a la violencia extractivista que expulsa y asesina nuestras ecologías culturales y biodiversas ancestralmente inscritas en los territorios más estratégicos del planeta.

Estamos intentándolo.